En el borde del viento
donde se disecan las mariposas antes o después de la última danza,
allí habré de esperarte
—como si esperar fuera algo,
algo más que una agonía cotidiana—
para hacerte preguntas
—palabras que calcinan las manos y las madrugadas—
sin esperar las respuestas
donde se disecan las mariposas antes o después de la última danza
Integrantes (en orden alfabético)
Marcelo Cabral (mjcrockk)
Esteban Cid (Un Blog de Variedades)
Martín Estévez (Martinshoo)
Paula Letizia (Paulita)
Esteban Cid (Un Blog de Variedades)
Martín Estévez (Martinshoo)
Paula Letizia (Paulita)
martes, 29 de septiembre de 2009
viernes, 25 de septiembre de 2009
Vindicación de la poesía
¿Qué lleva a un adolescente, alguien cuyos sentimientos están comenzando a comprender lo que espera y sigue (el sufrimiento y la felicidad, su contracara), a escribir una poesía, es decir, a intentar expresar algo en el género subjetivo por excelencia? ¿Qué lleva a una joven, pongo por caso a Sabri, a escribir un poema que no sólo logra acunar el alma sino, fundamentalmente, consigue imponerse contra el actual cosmos de significantes que se sostiene en la rapidez de lo audiovisual, la fugacidad de la percepción, y que —se supone— debería dominarla, hegemonizarla, anularla en sus capacidades poéticas —que está claro que las tiene—? ¿Podemos, hijos al fin del siglo XXI, seguir pensando la poesía en términos de sentimientos, alma, inspiración? ¿Hemos de regresar, acríticamente, al Romanticismo?
Sé que no estoy diciendo nada nuevo, pero estoy convencido de la poesía es la única que nos evita enloquecer: me reafirmo en la función catártica del arte. Al final del camino, sea cual fuera ese final, siempre se vislumbra que el artista fue aquel que, en definitiva, dijo aquello que hubiésemos dicho y no nos atrevíamos, aquello que no podíamos decir: lo que nos enferma. ¿Qué hacemos con las fuerzas del miedo, cuando tememos? Antes que la fotografía, la poesía —el arte— permitió siempre verbalizar el trauma, como lúcidamente afirmó Barthes. La poesía conjura.
Alejandra, la Magna Alejandra —sin dudas, la mejor y mayor poeta iberoamericana del siglo XX— tituló uno de sus libros Extracción de la piedra de la locura; y en él, escribió, y escribió poesías. Esa fue su forma de extraer la locura, de conjurarla: escribir poesía. Artilugio verbal, amuleto ante lo inefable, última apuesta irracional ante la fatalidad: el conjuro. El hechicero —el poeta— no desconoce: teme porque conoce, conoce porque teme. En todas las épocas. Reúne el poder de la palabra como sortilegio. El lector —de todas las épocas— busca y ha buscado en la poesía esa magia, su porción de esperanza ante el dolor. La poesía es, en tanto arte, la única y genuina apuesta a un mundo hecho de algo más que de individuos y temores: la palabra es el combate, aun el más irracional de ellos. La poesía nos nombra y reúne: la verdadera y más profunda utopía colectiva, de socialización de los futuros y las bienaventuranzas.
Mi admiración, mi respeto, mi pleitesía, para aquellos y aquellas que todavía leen o escriben poesía, que es otra forma de decir que están y permanecerán vivos, aun cuando no estemos. Incluso cuando quien escribe ya sea parte del viento.
Sé que no estoy diciendo nada nuevo, pero estoy convencido de la poesía es la única que nos evita enloquecer: me reafirmo en la función catártica del arte. Al final del camino, sea cual fuera ese final, siempre se vislumbra que el artista fue aquel que, en definitiva, dijo aquello que hubiésemos dicho y no nos atrevíamos, aquello que no podíamos decir: lo que nos enferma. ¿Qué hacemos con las fuerzas del miedo, cuando tememos? Antes que la fotografía, la poesía —el arte— permitió siempre verbalizar el trauma, como lúcidamente afirmó Barthes. La poesía conjura.
Alejandra, la Magna Alejandra —sin dudas, la mejor y mayor poeta iberoamericana del siglo XX— tituló uno de sus libros Extracción de la piedra de la locura; y en él, escribió, y escribió poesías. Esa fue su forma de extraer la locura, de conjurarla: escribir poesía. Artilugio verbal, amuleto ante lo inefable, última apuesta irracional ante la fatalidad: el conjuro. El hechicero —el poeta— no desconoce: teme porque conoce, conoce porque teme. En todas las épocas. Reúne el poder de la palabra como sortilegio. El lector —de todas las épocas— busca y ha buscado en la poesía esa magia, su porción de esperanza ante el dolor. La poesía es, en tanto arte, la única y genuina apuesta a un mundo hecho de algo más que de individuos y temores: la palabra es el combate, aun el más irracional de ellos. La poesía nos nombra y reúne: la verdadera y más profunda utopía colectiva, de socialización de los futuros y las bienaventuranzas.
Mi admiración, mi respeto, mi pleitesía, para aquellos y aquellas que todavía leen o escriben poesía, que es otra forma de decir que están y permanecerán vivos, aun cuando no estemos. Incluso cuando quien escribe ya sea parte del viento.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Antes de esta memoria...
Antes de esta memoria fuiste un instante y un salmo,
eras la ilusión en un río entre árboles y verano;
y fuiste también un sueño y primero la semilla,
aunque naciste en palabras y con ellas la poesía;
y antes de las certezas fuiste duda y quizás pena,
pues cuando mirabas las manos no temías la esencia;
y antes, mucho antes, fuiste idea, fuiste abrigo,
eras agua y tierra y aire y fuego. Y destino.
eras la ilusión en un río entre árboles y verano;
y fuiste también un sueño y primero la semilla,
aunque naciste en palabras y con ellas la poesía;
y antes de las certezas fuiste duda y quizás pena,
pues cuando mirabas las manos no temías la esencia;
y antes, mucho antes, fuiste idea, fuiste abrigo,
eras agua y tierra y aire y fuego. Y destino.
martes, 22 de septiembre de 2009
Nadie podría entenderlo
Nadie podría entenderlo.
Y si alguien hubiera,
estaría aquí, conmigo
(quizás a mi lado,
durmiendo,
para evitarme estos sueños)
Nadie podría entenderlo.
Y si alguien hubiera,
estaría aquí, conmigo
(quizás a mi lado,
durmiendo,
para evitarme estos sueños)
Nadie podría entenderlo.
domingo, 20 de septiembre de 2009
miércoles, 16 de septiembre de 2009
La despedida
Una tarde cargada de amaneceres,
plena de palabras al vuelo,
nadie esperaba a nadie
cuando ella llegó
con sus jeans ajustados
y su mirada volátil
y los labios diciendo.
Recargó su vaso
saltando las murallas de su miedo,
miró mis ojos y mi historia,
y habló
(posiblemente haya estudiado los sonidos,
los rictus al decirlo,
pero no pudo:
eran mariposas en invierno)
Nada demasiado nuevo
en sus jeans que ceñían la vida
a las fronteras de la vigilia
y la razón,
nada que no hubiese soñado
mezclando recuerdos y pesadillas,
otras tardes repletas de amaneceres,
lejanísimas,
(menos curtido la carne, más grácil el alma)
Y se fue
con el cuerpo enfundado en el deseo
un sutil balanceo que se despedía
de mis ojos,
aquellos que ya no volverían,
que quedaron colgados de esa tarde
como sombras que penden de un hilo.
plena de palabras al vuelo,
nadie esperaba a nadie
cuando ella llegó
con sus jeans ajustados
y su mirada volátil
y los labios diciendo.
Recargó su vaso
saltando las murallas de su miedo,
miró mis ojos y mi historia,
y habló
(posiblemente haya estudiado los sonidos,
los rictus al decirlo,
pero no pudo:
eran mariposas en invierno)
Nada demasiado nuevo
en sus jeans que ceñían la vida
a las fronteras de la vigilia
y la razón,
nada que no hubiese soñado
mezclando recuerdos y pesadillas,
otras tardes repletas de amaneceres,
lejanísimas,
(menos curtido la carne, más grácil el alma)
Y se fue
con el cuerpo enfundado en el deseo
un sutil balanceo que se despedía
de mis ojos,
aquellos que ya no volverían,
que quedaron colgados de esa tarde
como sombras que penden de un hilo.
sábado, 5 de septiembre de 2009
La lucha
Un no es una respuesta que da vida:
un desafío a las ideas,
con la pelea cotidiana entre las manos,
durmiéndose y previéndonos los sueños,
y despertarse sabiéndonos camino.
Un no es una respuesta que no admito
cuando somos nosotros,
cuando cae la tarde y pareciera la noche
y te miro
y en tus ojos brillan los amaneceres
un desafío a las ideas,
con la pelea cotidiana entre las manos,
durmiéndose y previéndonos los sueños,
y despertarse sabiéndonos camino.
Un no es una respuesta que no admito
cuando somos nosotros,
cuando cae la tarde y pareciera la noche
y te miro
y en tus ojos brillan los amaneceres
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